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Sin casi darse cuenta, Alfonso veía que este poco tiempo que llevaba de aventura le había cambiado ya muchas cosas. Veía la vida de una forma distinta. Se había salido de lo supuestamente “correcto”,  para abrirse a un mundo nuevo, fuera de esa cáscara de huevo que tenía creado alrededor. Y este mundo, se daba cuenta cada día más, de que era enorme….Y lo más importante, ahora podía decidir hacia dónde quería dirigirse para explorarlo.
Sabía que la independencia económica era importante para él….porque no le gustaba tener que responder ante nadie a cambio de una paga, sino que prefería ser totalmente libre. En este aspecto había trabajado mucho la mente y tenía varias opciones abiertas. Pero más importante que esto era pensar en el después. Y se maravillaba ante el mundo que se abría ante sí.  Un mundo de oportunidades, en el que ya seguramente no podría culpar a nadie sobre lo que sucedía, más que a sí mismo. Pero que le permitía navegar libremente. Le permitía Soñar. Ser capitán de su pequeño velero por el que navegaría por la vida. Se veía cada vez más ligero. Se expandía su alma, se magnificaba su yo. Tenía un recorrido ante sí que nunca había visto ni imaginado. Veía el horizonte y soñaba en futuros destinos. Miraba las estrellas y se decía que era posible llegar a ellas. Se había convertido en un navegante libre…o más bien, en un pirata, de esos que no rendían tributos a nadie. De aquellos que se salían de lo establecido para encontrar sus rutas. Sí, en un pirata, puesto que su mundo luchaba para que no hubiera estas libertades. Era un proscrito, pues su mundo querría encerrarlo en su  huevo anterior. Sí, en “su antiguo mundo”, ese extraño lugar que veía ahora desde lejos, los piratas no eran bienvenidos. Pero él, su nuevo yo, tenía claro que eso se había acabado. No buscaba saquear. No buscaba robar. Al contrario, él soñaba en un mundo más libre y justo, donde eso no hiciera falta. Fantaseaba con un océano de piratas que salieran de sus respectivos huevos, pues todo el mundo tiene una cáscara que romper.  Soñaba con un mundo lleno de iguales que permitieran cambiar ese escenario establecido. O por lo menos que tuvieran la opción de vivirlo distinto….
No lo intuía….simplemente sabía que era posible.
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El Pirata tomó su botella de Ron y tomó un trago. Ese día había conseguido un buen botín. Eso le daría para varios días, pensaba…No quería distraerse de su objetivo final, las estrellas. Pero sabía que era necesario. Necesitaba, al igual que haría Voltaire en los años previos a la Revolución francesa, una independencia en cuanto a subsistencia para no tener que arrodillarse ante nadie. Sólo así, podría tirar adelante sus planes.
Estaba solo…pero se sonreía….Sentía una satisfacción plena…total. Sabía que lo había conseguido. Se había agenciado un pequeño velero con el que recorrería el mundo. Le llamaba “ Indomable“ y le tenía gran estima…Aunque soñaba, más adelante quizás, en una fragata, con tripulantes, con sus grumetes, sus vigías, su contramaestre….con los que se lanzarían a la búsqueda del infinito. Capeando temporales. Afrontando tempestades…Descubriendo nuevas rutas, nuevos mundos, nuevos tesoros….y también disfrutando de tranquilos días soleados y noches estrelladas en los que tomar una botella de ron en compañía.
Pero todavía estaba lejos. Sí, ese pirata tenía sueños…aunque sabía dónde estaba y que lo importante era el ahora. Lo que no quitaba que le asomara una lágrima de alegría porque veía por primera vez que ahora nada le detenía en su camino hacia el infinito. Ni él mismo, que acostumbraba a ser su peor enemigo.
Tomó otro trago de ron. Le acompañó esa sensación de embriaguez cálida, mientras una suave brisa le acarició la cara. El viento le daba la bienvenida. Pues su aventura empezaba. El Pirata se dirigía al Gran Océano. Emprendía al fin la ruta. Su velero era su patria ahora mismo. Así que tenía que cuidarlo y dedicarse a él. Pero era como un potro joven, resplandeciente. Y un medio estupendo para cruzar los mares.
Se sonrió, tomó un último trago y se durmió…a cielo abierto…no sin antes echar un último vistazo a las estrellas. Que esa noche brillaban de manera especial. Esa noche le abrazaban y le brindaban ese último pensamiento que le acompañaría en sus sueños…Su gran deseo. El de volar y llegar a ellas.
Y sin más…soñó de nuevo, con una gran canción de Noir Desir resonándole en la cabeza:  «Le vent nous portera…»

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