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(1.12.14: hampi)
Pasados unos días de relajación, Alfonso pensó que era hora de ponerse en marcha de nuevo, así que se subió al autobús dirección a Hampi sin saber muy bien qué encontraría, aparte de piedras antiguas. Se dirigía allí por las recomendaciones de varios de sus amig@s. Y la verdad es que pasada la barrera inicial de los conductores de rickshaw, esperando al turista como hienas hambrientas en la parada de autobús, el lugar tenía un encanto especial. Hampi poseía una infinidad de templos Hindús, la mayoría ya considerados solamente ruinas, que eran el principal reclamo turístico.
Pero lo que más atraía a Alfonso era ese paisaje tan especial. Con tintes épicos. Miles de rocas poblaban la llanura, de todos los tamaños, de las más inverosímiles formas. Extrañamente dispuestas, como si Shiva, en un arrebato de furia, mostrando su lado más oscuro, las hubiera lanzado con el fin, quizás, de castigar una población especialmente descarriada o impía… para acabar finalmente  esparcidas descansando en ángulos imposibles. Quizás, tal fue la furia de Shiva en algunos lugares que su acción los sepultó, bajo montañas formadas por esos curiosos cúmulos de piedras. Y así quedó el paisaje…inspirador por un lado…y como recuerdo de lo que podía esperar quien encendía la ira de los Dioses.
 
Imaginación aparte, los cúmulos de piedras resultaban ser formaciones de asequible altitud para caminantes dispuestos y que permitían, previo esfuerzo, disfrutar de unas vistas realmente espectaculares. Sea cual fuera la razón de su origen, era un paisaje de cuento, con unas posibilidades de escalada, deporte que Alfonso añoraba, realmente increíbles.
Poco sospechaba entonces los peligros que acechaban ocultos y las salvajes y legendarias bestias que el lugar albergaba….
Pero no nos adelantemos…
Alfonso conoció allí a Simon y Melanie, una pareja francesa con la que hizo buenas migas y con los que realizó gran parte de las visitas, mantuvo interesantes conversaciones occidentales y se echaron unas cuantas risas, que hacía unos cuantos días que Alfonso no compartía con alguien cercano. Eran médicos marselleses y habían decidido tomarse 6 meses sabáticos de viaje. Justo empezaban, así que estaban en la lógica fase de euforia. Soñando qué sitios verían a continuación y con todas las páginas de su diario con ganas de describir todo tipo de aventuras.
Lo que no se imaginaba ninguno de ellos es la aventura que vivirían el segundo día…
Decidieron cruzar el río y visitar el templo de Hánuman, el Dios mono, fiel servidor de Rama, y poseedor según las historias, de una fuerza prácticamente ilimitada. Era tremendamente popular en India y poseía varios templos en su honor, del cual éste era uno de los más espectaculares, por su única ubicación. Para acceder a él,  había que llegar después de ascender 30 minutos por inclinados escalones, sorteando toda clase de macacos. A Alfonso nunca le habían gustado mucho los monos…seres interesados y agresivos. Pero las vistas desde la cima realmente pagaban el esfuerzo.
Alfonso se dispuso a admirar el espectacular paisaje…pero cuando más relajado estaba, tuvo de repente una percepción extraña…Aunque enseguida rebajó el estado de alerta. A su lado, un mono gracioso con cara de bueno despistado se acercaba… Alfonso pensó que había hecho un amigo. Aunque más tarde se daría cuenta de su error…
Aquel mono de aspecto inofensivo se le acercó disimuladamente y mirando hacia el lado contrario se agarró a la botella de agua que tenía Alfonso en la mano. Forcejearon levemente unos instantes y entonces la mordió, apareciendo inmediatamente un agujero por el que salía el agua. Botella desperdiciada, pensó…y jugó un instante dirigiéndole el chorro a la cara. Craso error…pues entonces se acabaron las amistades. El mono mostró su verdadera cara. Se quitó la máscara de mono inofensivo. Se extendió, se hinchó desmesuradamente y multiplicó diez veces su tamaño. Golpeándose el pecho le enseñó los dientes en acción agresiva, ojos inyectados en sangre, lanzando unos gruñidos que hicieron temblar los cimientos de la montaña que pisaban. El pequeño mono amigo se había transformado. Era la mutación de un Hánuman enloquecido… Se había convertido en orangután, en gorila….en el primo de King Kong. Hánuman, el buen Dios mono, otrora fiel servidor de Rama, había perdido la cordura y se había vuelto la viva encarnación del Diablo.
Alfonso se resistió a moverse…se puso una cinta en la cabeza para impedir molestias del sudor que desprendería en un enfrentamiento más que seguro y se preparó para la embestida. No quería distracciones. Sus recuerdos de Cocodrilo Dundee le venían a la cabeza…Pura Bravura la de Alfonso, dispuesto a luchar por su botella, por sus amigos y por su orgullo. Recordó la Frase del Ché Guevara: “Hasta la Victoria Siempre”
Y entonces….pues curiosamente entonces se produjo un fenómeno extraño en la mente de Alfonso…Pues el final, no lo recordaba Alfonso con claridad…Padecía una extraña amnesia puntual. Seguramente, fue demasiado violento para poder contarlo…o quizás, tan solo fuera una imaginación en su cabeza…o quizás, tan solo quizás, la crudeza de lo acontecido le privó de la memoria de esos minutos en los que arriesgó con seguridad la vida…
Lo que sí sabía, es que cuando recuperó el sentido de la realidad él y sus amigos franceses estaban ya a salvo y se dispusieron a desandar el camino, para volver a Hampi, contentos de haber sobrevivido al ataque del Dios mono, de King Kong o de la Bestia en persona.
Aunque quizás, tan solo quizás, como en toda leyenda, la historia no hubiera sido exactamente como ahora fue contada…
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Hanúman implorando perdón

Hanúman implorando perdón


Melanie et Simon. Mis amigos de Marsella.

Melanie et Simon. Mis amigos de Marsella.


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EL MONO!!!! Bueno...aquí parece inofensivo, pero.... ;)))

EL MONO!!!! Con mi botella!!! 😮 Bueno…aquí parece inofensivo, pero…. ;)))


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Finalmente, Alfonso, rodeado de un paisaje al más puro estilo western y después de tal duelo con Hanuman se dispuso a escuchar al gran Ennio Morricone.

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